jueves, 26 de diciembre de 2013

Los limeños y su fobia a la espera


Si hay algo que aprendí en Argentina, a parte de ser  perseverante y muchas otras cosas, es la virtud de la paciencia. No hablo de ser una dejada sino de saber esperar. 

En Argentina pasó casi un año para que pueda tener mi DNI argentino y durante todo ese tiempo llevé un papelito que hacía las veces de documento de identidad. Ya se imaginarán el estado del papel ese al cabo de un año.  Luego me enteré que habiendo hecho el trámite en la capital sería más rápido: un mes  aprox. Y es muy común encontrar en tiendas (desde fotocopiadoras, panaderías, farmacias hasta algunas tiendas de ropa en el centro de la ciudad) una cinta  que extiende números de atención, como para ordenar a la clientela que va llegando. Ah! y ni hablar de la siesta, periodo sagrado entre las 2 ó 3 pm y las 5 pm que rige en algunas provincias argentinas donde la gran mayoría de negocios cierran las puertas al público.
 Y así aprendí a esperar mi turno.

Pero aparentemente los limeños no se llevan bien con las esperas.  Aquí rige la “ley del vivo” que ahora no me molesta porque aprendí a no darle importancia pero al principio me parecía un atentado contra el respeto y, en ciertas ocasiones, una ridiculez.
Todo lo que implique hacer colas en cuestiones cotidianas (en el banco, en la baño de mujeres o para pesar verduras en el supermercado e incluso cruzar la calle) los limeños verán la forma de crear un atajo y querrán ser atendidos antes que uno.
Aquí la gente está acostumbrada a hacer las cosas de manera rápida. El DNI lo dan en cuestión de días, los vendedores pueden atender a más de una persona al mismo tiempo, los peatones prefieren cruzar la calle corriendo que ir por el puente peatonal, en el baño las mujeres que van entrando se colocan detrás de una puerta como custodiándola en vez de hacer una fila a la entrada, etc . Muchas veces preferí hacerme la vista gorda y otras tuve que alzar la voz y proclamar un “ yo estaba antes”.  Pero es que uno no puede simplemente, por ejemplo, decir a todas las chicas del baño de un cine que salgan y que hagan una fila en la entrada. Hay ciertas situaciones en la vida diaria donde los actos se rigen o deberían regirse por el sentido común, los buenos modales y el respeto.

Entonces opté por la aceptación, por aceptar las cosas como son y dejar de hacer críticas mentales. No sé si es la mejor estrategia pero por lo menos ahora estoy más abierta a admitir ciertas imperfecciones de mi cultura.  Y es que no se puede cambiar  fácilmente el comportamiento ni mucho menos la manera de pensar de millones.

Después de todo, nadie es perfecto.

Lo encontré en internet y me pareció simpático.

martes, 17 de diciembre de 2013

Back to basics

Habiendo ingresado por el pasillo angosto, comencé a buscar la sección de frutas. Se encontraba a unos metros nada más, justo al frente de las costureras. Qué hermosas se veían aquellas frutas, gordas y brillantes. Y dando unos pasos más estaban las señoras que vendían velas de distintos colores, incienso y todo tipo de hierbas. La llamé la sección esotérica.  Y dando otros pasos más estaba la sección de plásticos: bandejas, bowls, tapers, etc. Había otro pasillo largo únicamente para las carnes.

Así es un mercado en Lima. Es una fiesta de olores para el olfato, una paleta de colores en un espacio reducido y el regateo por doquier.

Hace poco volví al mercado del barrio de Magdalena del Mar, un señor mercado, de esos que empiezan a ser menos comunes en ciudades que están modernizándose. Mi mamá tenía algo que hacer por ahí cerca  y yo fui de colada. Salí satisfecha, con una sonrisa de tonta por haber gastado mucho menos que en cualquier otro supermercado y con la autoestima elevada luego de que las vendedoras me hayan llamado “reina”, “madrecita” y “señorita”.  

Así a uno le vienen las ganas de hacer las compras semanales allí en vez del Wong, muy  lejos de las pitucas generalmente teñidas de La Molina, los villancicos en inglés como música de fondo que empiezo a aborrecer y el diálogo interno que se atraviesa por la cabeza cuando no sabes si una verdura está lo suficientemente madura o qué tipo de comida puedes hacer con ella.
Nada que envidiarle a un supermercado.




¿Cómo no llevar ese mango a la izquierda en primera plana?

lunes, 25 de noviembre de 2013

Se mueve la tierra

Tomé la mano de mi mamá y fuimos corriendo a un lugar al aire libre, a unos cuantos metros de nosotras. Una señora empezó a rezar en voz alta, eso me asustó mucho. Todos estábamos muertos de miedo. Eran las 3:05 pm aprox. , comprábamos en un mercado cerca de casa.

Cual acto reflejo agarré mi celular y marqué a mi papá para preguntarle si estaba bien, él trabaja en el  sétimo piso de un edificio en San isidro y aunque en el fondo yo sabía que sí estaba bien, necesitaba escucharlo de su voz. Fue inútil, las líneas telefónicas ya estaban saturadas.

Un temblor de 5.8 grados alarmó a los limeños la tarde de hoy y a pesar de que no hubo daños materiales ni fatales nos dio un buen susto y luego te lleva  a la reflexión. Muchas cosas  pasan por la cabeza en esos segundos.
Saber que vivo en una zona sísmica de alguna manera reduce el factor sorpresa de temblores porque sabes que pueden darse en cualquier momento, pero a la hora de la hora uno nunca está preparado.
Sin duda, el sentimiento colectivo es el agradecimiento de estar aún vivos. FIUU


 Con esto ya tuve mi dosis de miedo y adrenalina suficiente por medio año. 

martes, 8 de octubre de 2013

Buscando lo verde en el gris

A esto me refiero.
Nueva York tiene el Central Park, Mendoza tiene el Parque General San Martin, Paris tiene no sé cuántos cientos de grandes parques por todos lados que además tienen lagos y uno que otro "castillito" dentro y Lima….Lima…..se me viene a la mente el malecón en Miraflores que tiene paradas muy interesantes como el centro comercial Larcomar o ese punto de encuentro de los que practican parapente, también está el Parque Reducto que aunque esté todo enrejado es muy simpático y tiene al ladito  una feria con productos orgánicos, o el “Pentagonito” que es más bien de uso deportivo. Hay otros parques por supuesto, anónimos, que con mucha suerte solo serán recorridos por los que sacan a dar una vuelta a su mascota para cumplir con el compromiso de que el animalito tiene que hacer sus necesidades biológicas, los deportistas que hacen jogging o los abuelitos que salen en busca de distracción. Punto.


Los parques aquí son pequeños, algunos enrejados, otros muy alejados y aun siendo parques me resultan bulliciosos porque siempre hay alguna calle principal muy cerca. Encontrar un parque se ha vuelto, al menos para mí, en algo así como un oasis en pleno desierto. 
El Parque General San Martín en Mendoza, pleno otoño. 

Echo de menos esa sensación de encontrarse con un amigo, charlar de cualquier cosa tomando cualquier cosa o incluso hacer un picnic... en un parque! No. Aquí no se hace eso, para los encuentros entre amigos está una cafetería (que gracias a Dios ahora hay muchas más que la invasión Starbucks) o un bar.
Tengo la impresión que no muchos aquí comprenden o han sentido el placer de estar en la mitad de un enorme parque disfrutando una charla, tomando algo, tomando sol, tener la sensación de estar en un bosque. No sé si la idea les parezca anticuada o aburrida o ambos, pero viviendo en una ciudad tan agitada, bulliciosa y absorbente que tiene proyectos de construcción cada kilómetro que uno avanza en la calle y no tenga tantos espacios verdes , pues realmente me parece una lástima.  

Ya se había descrito antes a Lima con el adjetivo “gris”.  Bueno, están en lo cierto porque en realidad aquí casi no llueve y el cielo tiene la mayor parte del año ese color grisáceo. Aunque también siento que la falta de verde hizo que fuera galardonada ese adjetivo.

Qué sé yo, cada ciudad con lo suyo y cada individuo con sus costumbres.
 La buena noticia es que estamos en primavera y Lima ya se está despidiendo del gris.



Buscando en internet me enteré sobre este lugar.
Hace poco me fui a las Lomas de Lucumo.  Sacié  mi necesidad a 40 min al sur de Lima.
Fue una maravilla. Aunque no es un parque en sí, tuve el picnic, trekking, verdor ,sol  y una vista encantadora
.
http://www.lomasdelucumo.org/  

domingo, 15 de septiembre de 2013

Aún queda mucho por probar

Subí al bus esa noche con una bolsa de un kilo de tubérculos, esas de malla verde que  se consiguen en los supermercados cuando uno compra las verduras o frutas por kilo. Eran “mashuas”, como me explicó el buen hombre de la feria cuyo nombre no recuerdo. Todos los pasajeros me miraban con mucha curiosidad ese lunes alrededor de las 22 hrs mientras yo caminaba por el corredor hacia mi detectado asiento al fondo del bus…con mi bolsa.
“Trata de verlo como un premio” me había dicho Sara antes de subir. En efecto eso fue.

Había quedado con Sara en vernos a las 19 hrs en la entrada de la aclamada feria gastronómica  Mistura. Yo no estaba del todo convencida por la feria, no me llamaba  la atención y mucho menos encontraba el sentido en tener que pagar una entrada para, una vez dentro, volver a pagar para comer comida peruana… ¡en Lima! Me parecía solo marketing aprovechando que ahora la gastronomía peruana está en la boca de todos. Igualmente, la cocina nunca fue lo mío, pero esa es otra historia.
En fin, acepté  ir porque ella realmente quería.

Quizás por ser lunes había poca gente. Hubiera preferido ver más platos que fotos de ellos  por ejemplo. Encontrar bebidas para acompañar los platos no resultó tan fácil pues hay que caminar otro tanto para buscar los puestos de bebidas y los dos únicos que vi fueron de ice tea y otro donde  solo había agua, cerveza Pilsen y Coca Cola. ¿Y la chicha morada? Seguro no busqué bien.

Ya tomando el camino para la salida nos topamos con un stand que nos llamó a atención porque tenía variedades de papas. Pensé que se trataban de papas pero mirando bien era diferentes tipos de tubérculos de todas las formas y colores. El señor de ese stand, un ayacuchano regordete y un amor de persona, nos explicó todo sobre los tubérculos andinos. Fue como una clase. Nos hizo probar las mashuas cocidas y resultaron ser una delicia.  Recuerdo haberle dicho al final que es realmente una lástima no encontrar todo esto en un supermercado por ejemplo, porque siendo peruana jamás podría haberle explicado a mi amiga mexicana todo lo que él en ese momento podía.  Él y muchos productores de tubérculos andinos venden la mayoría de sus productos a restaurantes gourmet o a pedido. Dada la “resistencia” de la gente de comprar (justamente porque no los conocen y no saben cómo prepararlo)  no  venden estos deliciosos tubérculos en los supermercados. Al final es una especie de círculo vicioso.
En esos 20 min que duró toda esta explicación me sentí como una turista,  asombrada y atontada a la vez. La “clase” terminó con un obsequio: mi kilo de mashuas. Yo súper contenta. Las cocí al día siguiente para el almuerzo y nos gustó a todos en casa. De las casi 3 hrs que estuve dando vueltas por la feria esos 20 minutos fueron los mejores. Después de todo, se trata de un reencuentro con lo nuestro, como me había dicho este querido ayacuchano. Recién ahí entendí el sentido de Mistura.

Es una pena que siendo de un país con una gastronomía loable  no podamos conocer todos los alimentos que la hacen merecedora de ese título.  En todo caso, dado que no los encontraremos siempre en una góndola en el supermercado,  ya dependerá del nivel de curiosidad de cada uno y del atrevimiento de nuestro sentido del gusto.
 Gracias por animarme a ir Sara. 

¿Estás en Perú y te interesó esto? Encuentra más info en http://papasandinas.com/ 

domingo, 28 de julio de 2013

Me atrapaste, sedentarismo

No muy lejano de la realidad.
Alguna vez  estando en Paris, me enojé contigo Pierre, porque cuando por fin  nos veíamos en la noche, luego de una larga jornada de estar separados… tú, sí, tú,  te quedabas dormido en la mitad de la película  que yo había elegido  para que la viéramos juntos. Y tu excusa de estar cansado no me satisfacía en lo absoluto. 
Resulta que en estos días soy  yo quien no puede mantenerse despierta pasadas las 22:30. 

 Mis días de junio y julio se han convertido en una especie de hibernación. Soy una mezcla de oso polar,  Bridget Jones y una abuela tacaña, escenario demasiado lejano de lo que yo hubiera imaginado que serían  mis días en Lima a esta altura del año. Ejemplo: durante estas fiestas patrias me imaginaba haciendo la mochila y viajando a la selva unos 4 días. Ja! Ya quisiera.

Apenas el reloj roza las 22 hrs empieza a invadirme el cansancio. ¿Medianoche?  ¡No, jamás! ¡Pecado! A menos que una salida nocturna lo anteceda y al día siguiente no trabaje, ambas condiciones deben cumplirse.  Así de estricta con los horarios estoy siendo desde que empecé unos cursos  y a trabajar hace algún tiempo. ¿Actividad física? ¿En qué momento?
Ahora cuento las horas que duermo y las monedas que gasto. Tomo más café que antes y en los días de descanso quedarme en pijama todo el día me resulta una verdadera exquisitez. Ir al gimnasio se ha vuelto una utopía y mi meta de leer un libro por mes sigue siendo eso, una meta.  Ahora formo parte de los que viajan aplastados y agotados en un bus a las 18:30.

Ahora, solo ahora, te entiendo Pierre , pues yo también caí en el sedentarismo urbano… mejor dicho me dejé caer. Yo que intentaba ser la chica maravilla.

No me burlaré más de ti si me dices que tienes sueño a las 21:30 luego de un largo día en el trabajo. Pero ahora tú podrás burlarte de mí y reprocharme con todo derecho no haber visto una película hasta final.


Voilà ton revenge mon amour. Después de todo quien ríe al último, ríe mejor.

Me causó mucha gracia esta propaganda del Interbank. Entonces, que quede claro que si soy tacaña (prefiero el término "ahorradora" en mi caso) es por algo =)

domingo, 16 de junio de 2013

Días de junio

Acabo de tener un arrebato de nostalgia.
Mate argentino lo siento,
te cambié por un café americano. No te preocupes
que pienso retomar la costumbre.

No me ocurría desde hace algunos meses….hasta que Lima empezó  a cambiar de color. El gris  empieza a apoderarse de la ciudad sobre todo temprano en la mañana,  horario preferido en que la neblina densa se asoma y a veces quiere permanecer hasta la tarde.

Comenzaron los resfríos y el ritual de vestirse por capas. Comenzaron las lloviznas también,  lloviznas repito, no lluvias, porque las gotas que caen y empapan las calles son tan ligeras que no hace falta usar paraguas ni  esconderse de ella.
Siento que me faltan algunos ingredientes del invierno que solía tener en Mendoza: árboles bien peladitos, alguna materia que estudiar, lluvias de verdad, a veces nieve también, mate para la tarde y vino caliente preparado por un amigo alemán cuando caía viernes, usar si es posible un par de medias en cada pie al salir y cuando el bolsillo lo permitía algún escape a la Patagonia, aunque de hecho la última vez fue a Buenos Aires.
Así como alguna canción que desata recuerdos, la inauguración del invierno limeño tuvo exactamente ese efecto en mí.

No sé cuántos cambios de estaciones me tocarán vivir en esta ciudad pero espero que, más adelante, estando en otro lugar, pueda mirar a estos días fríos con cariño e incluso extrañarlos, tal y como me sucede ahora con los días de junio mendocinos cuando me encontraba empotrada en el sofá en un domingo como hoy, tiritando quizás pero disfrutando un mate. 

Lo que un mate puede mitigar. 

viernes, 17 de mayo de 2013

La combinación de desierto y pisco

Degustación en la Bodega Lazo.

Viviendo en Lima me fui a Ica.
Me dieron el lunes libre en el trabajo y como extrañaba mochilear un rato, compré  boletos a Ica. Quería respirar un poco, ver otro paisaje, sentirme de vacaciones al menos por un fin de semana, en otras palabras “bajar un cambio”, como dicen los argentinos.
Me fui sin averiguar nada, solo con la recomendación de algunas personas de hacer sandboarding y visitar bodegas. Me aseguré con el hospedaje al menos.
Por la mañana del domingo fui a un par de bodegas, ambas artesanales. Me encantó una de ellas en particular, Lazo, que más bien tenía pinta de museo de antigüedades y cosas raras de colección y se decía que el dueño era primo lejano de Simón Bolívar.  Por poco  salgo borracha con tanta degustación y mareada con las explicaciones de cómo se hace el vino y pisco, explicaciones de un proceso  que seguramente después no recordaré. 

Por la tarde de ese mismo día entregué mi vida a los conductores alocados de los buggies o tubulares, en otras palabras, los vehículos parecidos a insectos gigantes que trepan por las dunas como si flotaran, yendo a una velocidad tal que me hizo recordar la vez que estuve en los juegos mecánicos de Disney. Apenas se ponía en marcha el buggy la aventura se convertía en un griterío de groserías e invocaciones a la virgen María que luego se transformaban en risas y suspiros de alivio cuando al chofer se le ocurría de vez en cuando pisar el freno y desacelerar. Cuando pensábamos que ya se nos había agotado la adrenalina llegó la hora de  hacer sandboarding. Todos los pasajeros tomamos unas tablas parecidas a las de snowboard y luego el chofer/guía nos señaló las dunas sobre las que teníamos que deslizarnos. “¡Esta duna es pequeñita!”. Gran mentira. Yo como buena miedosa dejé que alguien más se deslizara antes para que mis propios ojos se convencieran de que llegaría sana y salva. Mi turno llegó y solo puedo decir que fue increíble.

  Después de haber conquistado nuestros miedos el cielo se tiñó de naranja y automáticamente nos sentamos a contemplar. Encantador.
   Al volver a Lima, al día siguiente, pasé por Paracas. Islas Ballestas y toda su fauna es lo único que me hace pensar que vale la pena de ese lugar. Mi cámara fotográfica y mi niño interior no podían haber estado estar más contentos.
Y así se hizo lunes por la noche y se acabó el viajecito. Martes de nuevo a la rutina, llegando muy somnolienta al trabajo pero hubiera sido un descaro quejarme… ¡qué venga la rutina nomas!  Total, yo ya bien relajada estaba. Un argentino me hubiera dicho “¿quién te quita lo bailado?”. Tal cual.

Un par de días en una ciudad a tan solo 4 hrs de Lima me bastó para recargar baterías y alejarme del alboroto urbano: la muchedumbre de las horas puntas, los micros, los innumerables rompe muelles y, ante todo, del claxon.


Cuando no Pierre.
Después de subir a ese buggy, juro que quedé curada del espanto.
Pescador en las Islas Ballestas.



domingo, 28 de abril de 2013

Avancen por favor


Estando apretada en un micro que seguramente ha excedido su capacidad máxima en las horas puntas y además escuchar el comentario insistente del cobrador, el  famoso “avancen más al fondo” o, peor aún, el “apéguense”,  se me hace un insulto y  una pérdida instantánea de humor.

Foto de internet.
Como dije antes, esto solo ocurre  en las horas puntas. Para quienes piensen que exagero, no considero anormal que un micro se llene a la hora que todos entran o salen del trabajo porque esto ocurre en Argentina, París y seguro en la China … a lo que voy es que se le agrega a este escenario un personaje llamado cobrador que nos exige apretujarnos  más, mandarnos al fondo del vehículo donde aseguran que hay espacio, ser tratados como animales y que el recorrido se convierta en el juego Twister.  Mi lado racional me dice que una causa puede ser que estos micros y combis  no están bajo reglamento del sistema estatal, en otras palabras todos pertenecen a empresas privadas lo cual hace que en 10 minutos puedan pasar como 10 vehículos que hacen exactamente la misma ruta (uno en promedio por minuto, así es), lo que desemboca en una “pelea” entre ellos por conseguir más pasajeros. Igual esto qué importa cuando uno está hecho en ocho a las 7 pm en alguna avenida principal…en un micro.

Con este post no pretendo ahuyentar a los que nos visitan a tomar los buses en Lima, es más, yo misma invitaba e invito  a mis amigos extranjeros a no dejar de hacerlo pues me parecía toda una travesía inigualable ir en uno de esos vehículos colorinches, escuchando cumbia o alguna canción romanticona de antaño a todo volumen, me causaba gracia incluso que haya una persona que gritaba el nombre de las calles por donde pasaba y al rato iba por los asientos acercando su mano y haciendo sonar las monedas que llevaba.  Pero esto cambió cuando empezó la rutina y tenía que salir a esas horas donde todos los que trabajan y estudian salen.

 Me sorprendía mucho que solo unos cuantos se quejaban (mujeres todas las veces) y me indignaba la falta de reacción.  Luego con el pasar de los meses, caí yo también en ese estado de conformismo y en la obligada aceptación de que la realidad es esa y que uno como pasajero corriente no va a cambiar la situación pues solo conseguirá enfadarse, arruinar su día y en casos extremos hacer que el conductor le diga en forma grosera que se baje del  vehículo. En todo caso, eso escapa de nuestras manos como usuarios y más bien es asunto de las autoridades, debería serlo.

¿Qué triste no? No hay mucho que uno pueda hacer al respecto. Felizmente existen los smartphones y una canción de Charlie Winston que a través de mis audífonos me hace olvidar.


No se aleja de la realidad.

Recomiendo leer quienes quieren saber más sobre este particular vehículo la combi:

Gracias Charlie.

domingo, 14 de abril de 2013

"Asu Mare"


Digamos que los peruanos somos tan buenos en el fútbol como en el cine.

Hay preparación, no lo dudo,  y también personas (jugadores y actores respectivamente) que destacan y tienen una admirable carrera. Otra similitud: no llegamos lejos.
Se me vienen pocas películas peruanas “buenas”. . . casi siempre son lentas para mi gusto, incluyen algo de sexo o tienen que ver con orientaciones sexuales y son dramáticas. Por supuesto no he visto absolutamente todos los largometrajes peruanos que existen, mi apreciación puede parecer demasiado general o simplista, pero vaya que una muestra representativa de películas podría defender mi tesis.

Hace un mes vi en el cine el tráiler de “Asu Mare” que no significa otra cosa que “wow” o , si quieres sonar más sofisticado y francés, “oh la la”. No solo me pareció gracioso, sino que el protagonista, Carlos Alcántara, me cae muy bien. No lo conozco pero irradia simpatía de sobra.
 Me bastaron aquellas dos razones para comprar el ticket.
¿Y de qué se trata? De la biografía del humorista Carlos y de  muchas otras cosas:
 Las clases sociales, la delicia de ser niño o adolescente, el descubrimiento que uno es adulto y es hora de enfrentar la realidad, la búsqueda de uno mismo, la Lima de la que siempre escucho hablar a mis papás, la preocupación y lucha de una madre para sacar adelante a sus hijos, la discriminación y autodiscriminación, los golpes de suerte que la vida nos puede traer y la perseverancia (mucho de ésta).

Me conmovió.

Salí de la sala sintiéndome ingrata, afortunada y muy motivada, en ese orden.
Carlos transmitió tanto. Eso justifica las largas colas para comprar el ticket y que en tan solo 3 días desde su estreno unas 407 mil personas la hayan visto. Especulan que se convierta en el filme más visto en Perú.

 El público se merecía una película así: chistosa,  BIEN peruana, que sea un llamado a nuestra a veces perdida motivación y ¿por qué no?, también un reconocimiento a los esfuerzos que realizan las madres. Después de todo, no es coincidencia que la película esté en cartelera en el mes de mayo.

Ojalá florezcan muchos Alcántaras. Eso sí, detrás de un gran hombre hay una gran mujer.

sábado, 6 de abril de 2013

Una noche "matadora"

Para disfrutar de un concierto protagonizado por figuras emblemáticas del pop o rock anglosajón  (a veces hispano también) las personas de mi generación, mejor dicho, los nacidos en los 80, teníamos que viajar a Argentina, Chile o Brasil para ver artistas que en nuestros días serían de la talla de Beyoncé, Lady Gaga o U2. Estaban también los que se  esperanzaban de una llamada a la radio para ganar el concurso de las entradas a tales conciertos… felizmente este método continúa.

Escuché o leí, no recuerdo bien,  que una de las razones por las que no venían muchos cantantes a Lima era por los altos impuestos que pagaban para hacer su recital en el país. Este panorama cambió en los últimos 10 años, permitiendo a miles de limeños gozar de una noche escuchando en vivo y entonando las canciones de sus artistas, aquellos que eran visibles solo a través de una pantalla o un póster.
Los dos últimos conciertos a los que asistí en Lima fueron, a principios de 2010, el de UB40 y recientemente el de The Killers, el 4 de abril.
-“¡Vamos a ver a The Killers!” Me dijo Melissa. 
Me declaro una no fan del grupo. Puedo reconocer algunas canciones (las más comerciales),  no me fascina el rock, solo me gusta, tengo  UNA canción favorita de sus no sé cuántos álbumes, las entradas generales no me parecían tan caras y, last but not least,  pienso que Brandon Flowers es guapo.
 Solo respondí  con un “ ok ok! What the hell!”.
Y así fue como me encontré en medio de la muchedumbre  que se sabía de memoria las canciones en el Estadio Nacional. Ah sí, olvidé mencionar que esa noche fue la primera vez que ponía un pie en el estadio (es genial eso de matar dos pájaros de un tiro).
Sin pretender hacer publicidad al grupo, la pasé de diez.  Por un momento me encontré también saltando, dejándome llevar por el furor  contagioso de mis aledaños y tarareando los ritmos del grupo. Me encantó la interacción del vocalista con el público… él también por supuesto. Y el rock hizo lo suyo.
Sobre todo me desmentí de mi creencia de que solo iría a un concierto del artista o grupo que realmente conozco. Rompí mi regla y quedé satisfecha.
En menos de dos semanas nos visitaron The Killers, Keane y The Cure. Ya casi parece que uno tuviera una carta de conciertos, está bueno poder elegir. Antes teníamos que conformarnos con los que venían.

Por cierto, nunca llegaron a tocar mi única canción favorita: “The world that we live in”. Igual no importa, ahora que los escuché en vivo tengo algunas más.

 
El 4 de abril en el Estadio Nacional.



domingo, 31 de marzo de 2013

Adiós a los agasajos para la turista


“Cuando pienses en volver
aquí están tus amigos, tu lugar y tu mujer
y te abrazarán
dirán que el tiempo no pasó
y te amarán con todo el corazón “

Se me viene esta canción a la mente. Estás en todo lo cierto Pedrito.
En enero me di el lujo de dos cosas: ser consentida y ser tratada como turista. Que los anticuchos en Barranco, el pisco sour por allá, que la Peña del Carajo, las reuniones con el grupo de amigas de la secundaria, que este nuevo bar, etc. Por supuesto, no podían faltar los domingos de cebiche y canción criolla con mi familia. 
Todo lo que iba reaprendiendo sobre Lima me entraba en primer lugar  por los ojos ( ¡Cuánto se ha ampliado Jockey Plaza!¡ Por fin un metro!)  …pero más que todo por la boca. 
En mis primeras semanas aquí  mi paladar se encontró en el paraíso. Mis idas a los supermercados a veces se convertían en cuestionarios a mi mamá sobre  origen y uso de algunos productos. Incluso tenía la impresión que habían aparecido algunas frutas durante mi ausencia. ¿Tumbo? ¿aguaymanto? Me atrevo a decir que  mi léxico frutal se amplió y  si no fuera porque mi contextura es delgada, ya habría aumentado fácilmente 3 kgs en ese mes.
Olvidé el sentido del oído. Brotaron en estos seis años  modismos y jergas  de las que aún no me he puesto del todo al día y me causa gracia cuando me explican en español neutro lo que significan. De todas maneras aún no me acostumbro al uso de ciertas expresiones… aún reniego del “manyas?” (¿entiendes?, ¿comprendes?, ¿Cachay? ).
Con el pasar de las semanas, la rutina de los miembros de mi familia, amigos  y ocupación en los asuntos de sus propias vidas esquivó paulatinamente su centro de atención sobre la ya no tan turista Liz. Ojo no lo digo a manera de queja, al contrario, era lo que debía suceder tarde o temprano. A la vez yo necesitaba hacer mis propias actividades para abrir paso a lo que sería en cierto modo mi rutina aquí, mi vida. Pero  con la rutina vino también el choque con la realidad, choque muchas veces cultural.
 A excepción de algunas cosas, casi todo ha cambiado en Lima. ¿Pero ha cambiado solo la imagen o los ojos que la ven? Ambos claro, pero esto ya no es novedad. 

Aquí les presento el aguaymanto. Simpática fruta. 
Les invito a probar el pisco sour, trago nacional. Por experiencia, por favor no más de dos... a menos que tengan mucha resistencia a sus 42º de alcohol.  

Siempre me sorprende que exista maíz morado.

Lo imperdible en verano: cebiche y chicharrón de pescado.




lunes, 25 de marzo de 2013

No llores por mi Argentina


Dejar Argentina nunca fue parte de mis planes hasta hace un año, al darme cuenta que la razón que me llevó allá (estudiar mi carrera) estaba casi culminada, que cada una de mis amigas empezaba a  tomar caminos diferentes, que la falta de mi familia me pesaba y, sobre todo, el porvenir cercano de que un ciclo ya estaba por terminar.
Al “ y te quedás o volvés a tu país?” ya lo respondía con total certeza. Luego de mi graduación, despedidas  y malabares para reducir  objetos acumulados por 6 años en dos maletas de 23 kgs. cada una, empaqué y me vine.
Quería algo diferente,  pasar el día de la madre con mi mamá,  no  volver a perder el cumpleaños de mi hermana y además recuperar  esa curiosidad de viajero cuando se está en un lugar desconocido.
Sólo me di cuenta de esta “mudanza”  cuando el avión destino a Lima  comenzaba a despegar. Fue ahí que digerí todo lo que hasta ese momento  hacía en modo piloto. Vi a Mendoza achicarse hasta perderse  por la ventanita del avión y el corazón se me encogió.   
No tengo fecha de regreso  a Mendoza aún, pero el regreso lo tengo seguro.
Mientras tanto, me adapto a Lima y las bondades ( o no) que los días aquí me ofrecen. 


Anocheciendo en Mendoza, un día de julio.
Atrás la cordillera de los Andes.