Subí al bus esa
noche con una bolsa de un kilo de tubérculos, esas de malla verde que se consiguen en los supermercados cuando uno
compra las verduras o frutas por kilo. Eran “mashuas”, como me explicó el buen
hombre de la feria cuyo nombre no recuerdo. Todos los pasajeros me miraban con
mucha curiosidad ese lunes alrededor de las 22 hrs mientras yo caminaba por el
corredor hacia mi detectado asiento al fondo del bus…con mi bolsa.
“Trata de verlo
como un premio” me había dicho Sara antes de subir. En efecto eso fue.
Había quedado con
Sara en vernos a las 19 hrs en la entrada de la aclamada feria gastronómica Mistura. Yo no estaba del todo convencida por
la feria, no me llamaba la atención y mucho
menos encontraba el sentido en tener que pagar una entrada para, una vez
dentro, volver a pagar para comer comida peruana… ¡en Lima! Me parecía solo marketing
aprovechando que ahora la gastronomía peruana está en la boca de todos. Igualmente, la cocina nunca fue lo mío, pero esa es otra historia.
En fin, acepté ir porque ella realmente quería.
Quizás por ser
lunes había poca gente. Hubiera preferido ver más platos que fotos de ellos por ejemplo.
Encontrar bebidas para acompañar los platos no resultó tan fácil pues hay que
caminar otro tanto para buscar los puestos de bebidas y los dos únicos que vi
fueron de ice tea y otro donde solo
había agua, cerveza Pilsen y Coca Cola. ¿Y la chicha morada? Seguro no busqué
bien.
Ya tomando el
camino para la salida nos topamos con un stand que nos llamó a atención porque
tenía variedades de papas. Pensé que se trataban de papas pero mirando bien era
diferentes tipos de tubérculos de todas las formas y colores. El señor de ese
stand, un ayacuchano regordete y un amor de persona, nos explicó todo sobre los tubérculos
andinos. Fue como una clase. Nos hizo probar las mashuas cocidas y resultaron
ser una delicia. Recuerdo haberle dicho
al final que es realmente una lástima no encontrar todo esto en un supermercado
por ejemplo, porque siendo peruana jamás podría haberle explicado a mi amiga
mexicana todo lo que él en ese momento podía.
Él y muchos productores de tubérculos andinos venden la mayoría de sus
productos a restaurantes gourmet o a pedido. Dada la “resistencia” de la gente
de comprar (justamente porque no los conocen y no saben cómo prepararlo) no venden estos deliciosos tubérculos en los
supermercados. Al final es una especie de círculo vicioso.
En esos 20 min
que duró toda esta explicación me sentí como una turista, asombrada y atontada a
la vez. La “clase” terminó con un obsequio: mi kilo de mashuas. Yo súper
contenta. Las cocí al día siguiente para el almuerzo y nos gustó a todos en
casa. De las casi 3 hrs que estuve dando vueltas por la feria esos 20 minutos fueron
los mejores. Después de todo, se trata de un reencuentro con lo nuestro, como
me había dicho este querido ayacuchano. Recién ahí entendí el sentido de
Mistura.
Es una pena que
siendo de un país con una gastronomía loable no podamos conocer todos los alimentos que la
hacen merecedora de ese título. En todo
caso, dado que no los encontraremos siempre en una góndola en el
supermercado, ya dependerá del nivel de
curiosidad de cada uno y del atrevimiento de nuestro sentido del gusto.
Gracias
por animarme a ir Sara.
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