Dejar Argentina nunca fue parte de mis
planes hasta hace un año, al darme cuenta que la razón que me llevó allá
(estudiar mi carrera) estaba casi culminada, que cada una de mis amigas
empezaba a tomar caminos diferentes, que
la falta de mi familia me pesaba y, sobre todo, el porvenir cercano de que
un ciclo ya estaba por terminar.
Al “ y te quedás o volvés a tu país?” ya
lo respondía con total certeza. Luego de mi graduación, despedidas y malabares para reducir objetos acumulados por 6 años en dos maletas
de 23 kgs. cada una, empaqué y me vine.
Quería algo diferente, pasar el día de la madre con mi mamá, no
volver a perder el cumpleaños de mi hermana y además recuperar esa curiosidad de viajero cuando se está en
un lugar desconocido.
Sólo me di cuenta de esta “mudanza” cuando el avión destino a Lima comenzaba a despegar. Fue ahí que digerí todo
lo que hasta ese momento hacía en modo
piloto. Vi a Mendoza achicarse hasta perderse por la ventanita del avión y el corazón se me
encogió.
No tengo fecha de regreso a Mendoza aún, pero el regreso lo tengo
seguro.