lunes, 25 de marzo de 2013

No llores por mi Argentina


Dejar Argentina nunca fue parte de mis planes hasta hace un año, al darme cuenta que la razón que me llevó allá (estudiar mi carrera) estaba casi culminada, que cada una de mis amigas empezaba a  tomar caminos diferentes, que la falta de mi familia me pesaba y, sobre todo, el porvenir cercano de que un ciclo ya estaba por terminar.
Al “ y te quedás o volvés a tu país?” ya lo respondía con total certeza. Luego de mi graduación, despedidas  y malabares para reducir  objetos acumulados por 6 años en dos maletas de 23 kgs. cada una, empaqué y me vine.
Quería algo diferente,  pasar el día de la madre con mi mamá,  no  volver a perder el cumpleaños de mi hermana y además recuperar  esa curiosidad de viajero cuando se está en un lugar desconocido.
Sólo me di cuenta de esta “mudanza”  cuando el avión destino a Lima  comenzaba a despegar. Fue ahí que digerí todo lo que hasta ese momento  hacía en modo piloto. Vi a Mendoza achicarse hasta perderse  por la ventanita del avión y el corazón se me encogió.   
No tengo fecha de regreso  a Mendoza aún, pero el regreso lo tengo seguro.
Mientras tanto, me adapto a Lima y las bondades ( o no) que los días aquí me ofrecen. 


Anocheciendo en Mendoza, un día de julio.
Atrás la cordillera de los Andes.