Acabo de tener un arrebato de
nostalgia.
Mate argentino lo siento, te cambié por un café americano. No te preocupes que pienso retomar la costumbre. |
No me ocurría desde hace algunos
meses….hasta que Lima empezó a cambiar de
color. El gris empieza a apoderarse de
la ciudad sobre todo temprano en la mañana, horario preferido en que la neblina densa se
asoma y a veces quiere permanecer hasta la tarde.
Comenzaron los resfríos y el
ritual de vestirse por capas. Comenzaron las lloviznas también, lloviznas repito, no lluvias, porque las gotas
que caen y empapan las calles son tan ligeras que no hace falta usar paraguas
ni esconderse de ella.
Siento que me faltan algunos
ingredientes del invierno que solía tener en Mendoza: árboles bien peladitos,
alguna materia que estudiar, lluvias de verdad, a veces nieve también, mate
para la tarde y vino caliente preparado por un amigo alemán cuando caía
viernes, usar si es posible un par de medias en cada pie al salir y cuando el
bolsillo lo permitía algún escape a la Patagonia, aunque de hecho la última vez
fue a Buenos Aires.
Así como alguna canción que
desata recuerdos, la inauguración del invierno limeño tuvo exactamente ese
efecto en mí.
No sé cuántos cambios de
estaciones me tocarán vivir en esta ciudad pero espero que, más adelante,
estando en otro lugar, pueda mirar a estos días fríos con cariño e incluso
extrañarlos, tal y como me sucede ahora con los días de junio mendocinos cuando
me encontraba empotrada en el sofá en un domingo como hoy, tiritando quizás pero
disfrutando un mate.
Lo que un mate puede mitigar.