jueves, 26 de diciembre de 2013

Los limeños y su fobia a la espera


Si hay algo que aprendí en Argentina, a parte de ser  perseverante y muchas otras cosas, es la virtud de la paciencia. No hablo de ser una dejada sino de saber esperar. 

En Argentina pasó casi un año para que pueda tener mi DNI argentino y durante todo ese tiempo llevé un papelito que hacía las veces de documento de identidad. Ya se imaginarán el estado del papel ese al cabo de un año.  Luego me enteré que habiendo hecho el trámite en la capital sería más rápido: un mes  aprox. Y es muy común encontrar en tiendas (desde fotocopiadoras, panaderías, farmacias hasta algunas tiendas de ropa en el centro de la ciudad) una cinta  que extiende números de atención, como para ordenar a la clientela que va llegando. Ah! y ni hablar de la siesta, periodo sagrado entre las 2 ó 3 pm y las 5 pm que rige en algunas provincias argentinas donde la gran mayoría de negocios cierran las puertas al público.
 Y así aprendí a esperar mi turno.

Pero aparentemente los limeños no se llevan bien con las esperas.  Aquí rige la “ley del vivo” que ahora no me molesta porque aprendí a no darle importancia pero al principio me parecía un atentado contra el respeto y, en ciertas ocasiones, una ridiculez.
Todo lo que implique hacer colas en cuestiones cotidianas (en el banco, en la baño de mujeres o para pesar verduras en el supermercado e incluso cruzar la calle) los limeños verán la forma de crear un atajo y querrán ser atendidos antes que uno.
Aquí la gente está acostumbrada a hacer las cosas de manera rápida. El DNI lo dan en cuestión de días, los vendedores pueden atender a más de una persona al mismo tiempo, los peatones prefieren cruzar la calle corriendo que ir por el puente peatonal, en el baño las mujeres que van entrando se colocan detrás de una puerta como custodiándola en vez de hacer una fila a la entrada, etc . Muchas veces preferí hacerme la vista gorda y otras tuve que alzar la voz y proclamar un “ yo estaba antes”.  Pero es que uno no puede simplemente, por ejemplo, decir a todas las chicas del baño de un cine que salgan y que hagan una fila en la entrada. Hay ciertas situaciones en la vida diaria donde los actos se rigen o deberían regirse por el sentido común, los buenos modales y el respeto.

Entonces opté por la aceptación, por aceptar las cosas como son y dejar de hacer críticas mentales. No sé si es la mejor estrategia pero por lo menos ahora estoy más abierta a admitir ciertas imperfecciones de mi cultura.  Y es que no se puede cambiar  fácilmente el comportamiento ni mucho menos la manera de pensar de millones.

Después de todo, nadie es perfecto.

Lo encontré en internet y me pareció simpático.